Hace tiempo que he descuidado este sitio y
otros, por falta de compromiso con el sentido original de esta investigación,
supongo que era parte del oficio involucrar las partes más sensibles del
desarrollo del pensamiento “humano”, cuando digo que todo se mezcla como una
telaraña infinita que no puede dejar de existir. Uno pelea, sin lugar a dudas,
pero también uno cae en esa trampa -sobre la existencia- que nos atrapa, para
convertirnos en una araña más, tejedora de más y más tela. En su desesperación,
uno gime para echar bronca, para aguantar, hasta que todo se calma y uno muere
y revive en araña. Es duro el destino que nos toca, a todos. Es una lástima.
Es, sin lugar a dudas, un desatino. Por eso no hay que perder el control, que
es el único modo de pelear, o bien, resistir. No siempre uno escapa, pero
intenta al menos soportar el conflicto.
Hay que elegir bien nuestra lucha y
nuestros rivales. No todo aquél que nos odia merece un castigo. Algunos incluso
inspiran. Es curioso cómo la naturaleza nos hace, o algo que creo entender de
ella. Nadie sabe para quién trabaja, ese es el misterio universal a todo, la
llave maestra que nos abrirá la mente, el significado de la virtud real que nos
integra moralmente. Saber quién es el jefe, el verdadero líder en esta guerra
contra natura que nos rebasa, domina y está fuera de nuestro patético control,
de ahora y siempre. ¿Quién manda aquí, en este mundo, sobre nuestras vidas?
¿Quién sabe cuál es la verdad del mundo, o
el hecho más significativo de la historia? ¿Quién apuesta algo por determinado
dato e información: su vida? ¿Quién hace algo por alguien, por el mundo? ¿Qué
es una salida?
Es todo por hoy.