PROLOGO
Quizás este libro sólo puedan comprenderlo aquellos que por sí mismos hayan
pensado los mismos o parecidos pensamientos a los que aquí se expresan. No es
por consiguiente un manual. Habrá alcanzado su objeto si logra satisfacer a aquellos
que lo leyeren entendiéndolo.
El libro trata de problemas de filosofía y muestra, al menos así lo creo,
que la formulación de estos problemas descansa en la falta de comprensión de la
lógica de nuestro lenguaje. Todo el significado del libro puede resumirse en cierto
modo en lo siguiente: Todo aquello que puede ser dicho, puede decirse con
claridad: y de lo que no se puede hablar, mejor es callarse.
Este libro quiere, pues, trazar unos límites al pensamiento, o mejor, no
al pensamiento, sino a la expresión de los pensamientos; porque para trazar un
límite al pensamiento tendríamos que ser capaces de pensar ambos lados de este
límite, y tendríamos por consiguiente que ser capaces de pensar lo que no se
puede pensar.
Este límite, por lo tanto, sólo puede ser trazado en el lenguaje y todo
cuanto quede al otro lado del límite será simplemente un sinsentido.
De en qué medida coincidan mis esfuerzos con los de los demás filósofos no
quiero juzgar. En efecto, lo que yo aquí he escrito no tiene ninguna pretensión
de novedad en particular. Por consiguiente no menciono las fuentes, porque es
para mí indiferente que aquello que yo he pensado haya sido pensado por alguien
antes que yo.
Sólo quiero hacer constar que a la gran obra de Frege y a los escritos de
mi amigo Bertrand Russell debo una gran parte de las motivaciones de mis
pensamientos.
Si este libro tiene algún valor, este valor radica en dos cosas: Primero,
que en él se expresan pensamientos, y este valor será mayor cuanto mejor estén
expresados los pensamientos, cuanto más se haya remachado el clavo. Soy consciente,
aquí, de no haber profundizado todo lo posible. Simplemente por esto, porque
mis fuerzas son insuficientes para lograr esta tarea. Puedan otros emprenderla
y hacerlo mejor.
Por otra parte la verdad de los pensamientos aquí comunicados me parece intocable
y definitiva. Soy, pues, de la opinión de que los problemas han sido, en lo
esencial, finalmente resueltos. Y si no estoy equivocado en esto, el valor de
este trabajo consiste, en segundo lugar, en el hecho de que muestra cuán poco
se ha hecho cuando se han resuelto estos problemas.
Viena, 1918.
L. W.
En Ludwig Wittgenstein, Tractatus lógico-philosophicus
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