Recuerdo aquel
instante prodigioso en
el que apareciste frente
a mí, lo mismo que una
efímera visión igual que
un genio de belleza
pura.
En mi languidecer sin
esperanza, en las
zozobras del ruidoso
afán, tu tierna voz se
oyó en mí largo tiempo
y soñaba con tus
divinos rasgos.
Transcurrieron los
años. La agitada
tormenta dispersó los
viejos sueños y al olvido
entregué tu tierna voz
así como tus rasgos
celestiales.
En cautiverio oscuro y
tenebroso mis días en
silencio se arrastraban,
sin la deidad y sin la
inspiración, sin
lágrimas, sin vida, sin
amor.
Mas ahora que el
despertar llegó a mi
alama, y de nuevo
apareces ante mí,
lo mismo que una
efímera visión igual que
un genio de belleza pura.
Y el corazón me late
arrebatado porque en él
nuevamente resucitan
La inspiración y la
divinidad y la vida, y el
llanto y el amor.
Goethe
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