viernes, 19 de septiembre de 2014





Nací, y de noche encontré el sol posado en el nombre que lleva mi frente; una luz terrible, radiante del absoluto nombre de la muerte, que pereciera en el mundo de los dioses de sus mortales hijos.
Encontré en mi nombre la densa huella de nacer por agonía de un fortuito recuerdo olvidado, de nacer sin poder recordar nuestra existencia, y de existir sin poder olvidar tampoco nuestra vida previa.
Y he aquí entonces, que encontré un día, sin quererlo ni esperarlo ciertamente, buscando entre las sombras de los hombres, un lugar nuevo en el mundo de los dioses, una luz terrena de otras divinidades.
Así encontré a mi amada Atenea, diosa de mi obstinada osadía por tenerte, para siempre en la muerte (y un poco más para lo que de eterno exista entre los hombres).

Philo Maniacus

No hay comentarios:

Publicar un comentario